Se encuentra a 16 kilómetros al Noreste de Caldera.
Cuesta encontrar la entrada, no está tan a la vista este pintoresco lugar.
Se encuentra entre dos enormes cerros .
Para llegar hasta allá, antiguamente había que atravesar las dunas de Ramada, frente a la hermosa playa del mismo nombre, cuna de los últimos changos y sus descendientes del puerto.
Existió en el pasado un pozo de agua que, nacía en el largo río de arena, cuyas huellas llevan hasta la Quebrada de Paipote.
Las aguas de lluvia, considerando el alto volumen pluviométrico existente años atrás, nos indican que las aguas bajaban por un estero de casi un metro de ancho y un largo de casi 4 kilómetros, sin llegar éste nunca a la costa, porque las aguas las absorbían las arenas, para terminar, evaporándose.
Era muy común encontrar especies ya desaparecidas, como las lechuguillas, alfalfillas, mostacilla, malvillas, a pesar que aún se puede encontrar por ahí unos dispersos cactus, lirios, cebollines y otras enredaderas de campo. Lo mismo que la gran fauna, ya desaparecida.
Por supuesto que este arenoso lugar cambia su aspecto con las lluvias del año convirtiéndose en maravillosas postales en lo que nosotros conocemos como el Desierto Florido.
Al entrar en la quebrada se aprecian figuras en los cerros, como la cabeza humana de la foto, la cual hay que observar detenidamente.
En las rocas se puede encontrar musgo, por los charcos que se mantienen indefinidamente húmedos, por una corriente de agua que es un hilillo casi invisible a la vista del hombre.
Cuando conocí el lugar, había un Maray, el que probablemente ya no exista por el constante ir y venir de los acomedidos que todo cambian de lugar y acarrean para sus casas.
El maray pertenecía a una antigua mina incaica, cuyo nombre era Mina Vieja, en las cercanías había otros dos piques, sus nombres eran las minas Milán y Génova, probablemente de algún industrial italiano que las haya bautizado con esos nombres de urbes italianas.
Existe una leyenda respecto de este lugar, que dice – a la llegada de don Pedro de Valdivia a Copiapó, en 1540, envió a sus soldados-guías a diferentes lugares de la región para explorar e ilustrar al Conquistador lo conocido y aprendido.
Uno de estos oficiales, llegó hasta La Quebrada del León, justo cuando había enfermado de su estómago.
Fue tanta la fiebre que tuvo, que se durmió en el lugar y despertaba para beber sorbitos de una vertiente cuya agua era muy amarga. Esta bebida con propiedades laxantes, le produjo un alivio por el cual pudo sobrevivir, lo mismo que su caballo, que se alimentó de las yerbas allí existentes.
Cuando estuvo lúcido vio que estaba en una quebrada frente al mar, anotando las propiedades del lugar, era la Quebrada del León.
